Por Emma Farge
HASTINGS, Sierra Leona (Reuters) - Cuando el doctor Sekou Kanneh va a trabajar a su clínica que trata el virus del ébola en Sierra Leona, probablemente tenga que estar en la "zona roja" durante horas, ignorando por necesidad los estrictos límites que siguen sus colegas extranjeros que combaten la epidemia.
Las condiciones en el centro de tratamiento de Kanneh, la única unidad de ébola en el país dirigida por personal local, contrastan con las instalaciones especialmente diseñadas donde trabajan voluntarios extranjeros que han llegado en grupo a Sierra Leona, Guinea y Liberia.
Kanneh no ha recibido entrenamiento oficial para tratar el virus que ha matado a mas de 7.000 personas en Africa Occidental. Aún así, hace turnos de hasta cuatro horas bajo el sofocante calor de la zona roja, una sección donde los trabajadores de salud pueden estar en contacto directo con pacientes de la altamente contagiosa enfermedad.
"Ya no tenemos tiempo para una cirugía y muchos de nuestros cirujanos han muerto de ébola", dijo a Reuters.
La semana pasada, médicos estadounidenses mostraron al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, el centro de tratamiento con aire acondicionado cercano a la capital de Liberia, explicándole como se toman las medidas de precaución para proteger a los trabajadores.
El personal altamente entrenado en la unidad estadounidense puede quedarse en la zona roja por un lapso máximo de dos horas, y con razón. Menos tiempo ahí significa menor riesgo de exposición al ébola y de cometer errores que podrían ser fatales. Los trabajadores deben evitar la deshidratación en sus trajes de protección de polietileno, que incluso con aire acondicionado son extremadamente calurosos.
En la capital de Sierra Leona, Freetown, la ONG Médicos sin Fronteras limita a cerca de una hora el tiempo que el personal local y extranjero puede pasar en la zona roja de su instalación.
"DOCTOR, ESTOY MURIENDO"
Gran Bretaña, Francia, Cuba y otros países también han enviado doctores, y las instalaciones extranjeras en general están bien financiadas. Pero las cosas son diferentes cuando Kanneh se coloca su equipo de protección personal, compuesto de traje, máscara y guantes, en su unidad en una ex academia de policía.
"Si me piden que me quite el traje después de 45 minutos y escucho a un paciente decir 'doctor, doctor estoy muriendo', entonces no me iré", dice Kanneh en su clínica en Hastings, una comunidad en las afueras de Freetown.
La confortación es vital para aquellos que sufren síntomas como vómitos, diarrea y hemorragia en ojos y oídos. "Los pacientes no pueden ver los rostros debido a las máscaras por lo que la voz es muy importante", dijo a Reuters.
Para Kanneh, que se preparó para ser cirujano en Rusia, los turnos son extenuantes. Un domingo, se encontró trabajando sólo para supervisar el tratamiento de 27 pacientes dado que un colega se encontraba en la iglesia y otro se estaba recuperando del virus.
De los tres empobrecidos países más afectados por el brote de ébola, Sierra Leona registra el mayor número de casos y las cifras están aumentando rápidamente; casi la mitad de los casos se han registrado en Freetown.
Sierra Leona contaba con apenas 136 médicos antes de la epidemia y doce de ellos han sido infectados, en su mayoría con consecuencias fatales, incluyendo al médico local, Victor Willoughby. El experto murió la semana pasada, pocas horas después de que llegase a Sierra Leona una vacuna experimental con la que pudo haber sido tratado.
En los tres países, 358 sanitarios han muerto de ébola, según cifras de la Organización Mundial de la Salud.