Por Zohra Bensemra
QUÍOS, Grecia (Reuters) - Miles de mujeres y niños refugiados aún viven en un limbo en Grecia, esperando el día en que puedan reunirse con sus familias en otros países europeos.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) señala que 75.000 refugiados e inmigrantes están varados en Grecia, Bulgaria, Hungría y los Balcanes Occidentales y que se encuentran en riesgo de sufrir un "trauma psicológico" provocado por vivir en un estado prolongado de tránsito.
Unos 60.000 refugiados e inmigrantes, mayormente sirios, afganos e iraquíes llevan más de un año atrapados en Grecia después del cierre de fronteras en los Balcanes, que interrumpió el viaje que muchos habían planeado para llegar al centro y el oeste de Europa.
Más de una cuarta parte son niños y más de la mitad de los que han llegado recientemente son mujeres y niños, según datos de la ONU. Los hombres suelen ser los primeros de las familias que vuelan a Europa, para que los demás miembros les sigan después.
"La desesperación me invade en estos momentos", asegura Soha, una siria de 23 años que vive en una tienda en la isla de Quíos con su hija de dos años y otras mujeres de Siria.
En el campamento, cerca de las ruinas de un castillo antiguo, las tiendas, atestadas, están sujetas al pedregoso suelo, y las ratas corren entre la basura. Las mujeres dicen que tienen miedo a salir de sus tiendas de noche por temor a abusos.
Como otras mujeres, Soha rechazó dar su apellido o salir en ninguna fotografía, temiendo que eso pudiese afectar a su solicitud para entrar a Europa y unirse a su marido en Alemania.
Las reagrupaciones familiares pueden llevar entre unos diez meses y dos años, dice UNICEF, lo que hace la vida especialmente difícil a aquellos que quedan atrás.
La incertidumbre lleva a un "estrés significativo y ansiedad para los niños y sus familias, retrasando su llegada durante años", según apunta el director regional de UNICEF Afshan Khan.
"Paso la mayor parte del día sola", dice Farhiya, una somalí de 23 años que vive en un campo de refugiados que coordinan voluntarios en la isla de Lesbos.
"Los demás refugiados no hablan inglés y yo no hablo árabe. Es duro vivir sola", lamenta. Farhiya solicitó unirse a su marido en Austria hace siete meses, cuando estaba embarazada, pero aún no ha sabido nada más, indica.
En Atenas, Khalissa, de 36 años, que dejó Siria con sus tres niños, pasa los días en una residencia de un asociado a UNICEF, lo que le supone un cierto respiro de sus problemas.
Colorea corazones que representan sus sentimientos sobre el pasado, el presente y el futuro. El pasado es azul, por la tristeza; el presente es marrón, por el miedo, y el futuro, en el que espera volver a estar con su marido después de una espera de dos años, es amarillo, por la felicidad.
Últimamente, añora su país.
"Si Siria vuelve a lo que era antes de la guerra, volveré a casa", dice. "Debemos volver a casa".
(Editado por Ed Osmond; Traducido por Alba Asenjo)