Nos adentramos en semanas de menor actividad en el mercado, llega el momento de hacer balance del año e intentar realizar una previsión fundamentada de lo que nos espera en 2021. Si miramos al resultado final en bolsas y en bonos, podemos decir que el año 2020 ha sido un año bueno. El año que todos intentaremos borrar de nuestros álbumes familiares y de nuestro recuerdo, finalmente ha sido fructífero para nuestras inversiones. Con el avance de la pasada semana en las bolsas, el S&P 500 se apunta una subida anual del 14,80% y el Nasdaq 100 un 42,16%. En Asia El Nikkei 225 ha avanzado en el año un 13% y el FTSE China A50 un 17,4%. El índice europeo EuroStoxx 50 es el que desentona, como nos tiene acostumbrados, dejándose un 5% este año 2020. En conjunto, el índice MSCI World en dólares ha aportado en el año un rendimiento del 13,19%.
En los libros de estadística va a ser difícil justificar, con el resultado anual en las bolsas, el impacto económico y sanitario que ha supuesto el cisne negro que nos vino a visitar el mes de febrero. Y es que, la recesión económica mundial, a la que nos ha llevado la pandemia, se prevé que dure poco tiempo, con una fuerte recuperación en 2021. Estas expectativas han llevado a las bolsas a una recuperación en “V” superando niveles de principios del año. La reacción de los bancos centrales, con sus programas de liquidez, y de los gobiernos, con sus estímulos fiscales, han sido los acicates que han propiciado un entorno tan favorable para los mercados.
Se podría llegar a afirmar incluso, que el año 2020 no hubiera sido mejor en mercados sin la pandemia. La pandemia ha dejado en segundo plano incertidumbres a las que se enfrentaban los mercados este año 2020 (la guerra comercial, las elecciones estadounidenses, el Brexit, etc.). Una interpretación favorable de la resolución de la pandemia ha obviado al resto de catalizadores negativos.
Aunque el resultado superficial no denota la influencia de una pandemia mundial, el fondo del mercado ha cambiado sustancialmente y debemos tenerlo en cuenta a la hora de posicionarnos de cara a 2021.
La pandemia ha dejado una gran liquidez en los mercados. Es inminente el acuerdo en el congreso estadounidense para un paquete de ayuda COVID, con estímulos de 900.000 millones de dólares, que van a suponer pagos directos de 600 $ y 300 $ semanales de compensación al desempleo. El fondo de recuperación europea llegará a los países los próximos meses. En definitiva, mucha liquidez que fluirá hacia los activos financieros, siendo los activos de riesgos los más beneficiados dada las bajas rentabilidades que encontramos en la renta fija.
Por otro lado, las nuevas formas de relacionarnos y comportarnos que ha dejado la pandemia, han favorecido a determinados sectores y tendencias, perjudicando a otros. Para el corto plazo y con la llegada de la normalidad, deberíamos apostar por las compañías actualmente penalizadas pero que se verán beneficiadas por la reapertura económica. Para el largo plazo deberemos incorporar en la cartera compañías de crecimiento que han sido favorecidas en 2020, vinculadas con la tecnología, la transición energética y el comercio electrónico.
Las previsiones para 2021 apuntan a que el buen tono de las bolsas continúe, al calor de la liquidez y de la recuperación económica. Supondrá la consolidación de los sectores tecnológicos y de transición energética, con un mejor desempeño de los activos de aquellas compañías que mejor cumplan con los criterios de sostenibilidad (ESG). A corto plazo veremos la recuperación de niveles de compañías a las que benefician la reapertura económica, como compañías de trasporte, turismo o petroleras. Pero, a largo plazo conviene reestructurar las carteras dotándoles de un mayor peso a las compañías que participan en las tendencias de futuro.
La deuda y los bonos continuarán siendo sostenidos por los bancos centrales, por lo que no se espera volatilidad. Aunque pueden seguir siendo generadores de retornos, veremos una pérdida de interés por este activo en favor de los activos de riesgo.
En 2021 también tendremos incertidumbres, como la posible vuelta de las tensiones comerciales, un eventual Brexit desordenado o quizás algún nuevo cisne negro. Pero, la mejoría de los datos macroeconómicos, la vacunación colectiva y la decidida actuación de los bancos centrales y los gobiernos nos hacen tener una visión constructiva para el año de la vuelta a la normalidad.