El proceso de normalización monetaria sigue su curso entre los principales bancos centrales. No se trata de tensionar las condiciones financieras, simplemente es ir retirando las medidas monetarias extraordinarias, aprobadas en un momento que ahora queda muy lejos.
La normalización monetaria, por tanto, debe entenderse como eliminar de forma progresiva las condiciones financieras que son excesivamente expansivas. De esta forma, también se pondrán encima de la mesa unas condiciones que no generen riesgos para la estabilidad financiera a medio y largo plazo.
Ya lo sabrán: ayer la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) subió un cuarto de punto sus tipos de interés hasta situarlos en una banda del 1%-1,25%.
Más que el comunicado en si, lo relevante fue la toma de posición de la presidenta de la entidad, Janet Yellen. Se esperaba con interés su reflexión sobre la moderación reciente de la inflación y la achacó a factores puntuales, al mismo tiempo que resaltaba la fortaleza de la economía y niveles de empleo.
La Fed ayer también publicó sus planes de reducción del balance: 10.000 millones inicial por mes, con aumento progresivo de tamaño cada tres meses y hasta un tamaño final de 50.000 millones en doce meses.
¿Cuándo se iniciará el ajuste de balance? El comunicado ayer deja la puerta abierta a que sea incluso este mismo año...”muy pronto”, señala.
¿Será compatible el ajuste de tamaño del balance con la subida de tipos? Sin duda la Fed, como el resto de los bancos centrales, seguirá siendo muy prudente.
El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, pedía la semana pasada paciencia para iniciar de la normalización, aunque al mismo tiempo ponía ya un suelo en los tipos de interés.
El Banco de Japón (BoJ) comienza hoy su reunión de dos días, cuando alguno de sus miembros ha dejado abierta la puerta hacia un cambio de discurso desde “es pronto para hablar de normalización” a otro centrado “en comunicar la futura estrategia”.
No solo se trata de eliminar de forma progresiva los excesos en política monetaria expansiva aplicada en un momento excepcional de riesgos de deflación y deterioro de las condiciones financieras como de admitir los límites de la política monetaria para impulsar de forma estable la demanda y, especialmente, los riesgos de mantener unas condiciones financieras demasiado laxas durante demasiado tiempo.