Azotados por eventos como la Guerra de Ucrania o los últimos coletazos de la pandemia del COVID-19, 2022 se recordará como un año complicado para los mercados financieros. Tras una etapa que ha puesto a prueba su resiliencia, los inversores ponen un pie en el próximo año preguntándose qué sucederá. La incertidumbre ha afectado tanto a los mercados de renta fija como a los de renta variable, una situación sin precedentes. De hecho, es la primera vez que tanto las acciones (S&P 500) como los bonos (Tesoro a 10 años) han perdido más de un 10% simultáneamente. Por otro lado, la inflación ha tocado techo en España, experimentando la subida general de precios más alta en 40 años, aunque en noviembre se suavizó hasta el 6,8% interanual.
Pero no todo son malas noticias. Parece que nos acercamos a un fin de ciclo: el Banco de España prevé en sus proyecciones macroeconómicas que España crecerá por encima de la media europea en 2023. Además, la recuperación económica llegará, previsiblemente, antes a los mercados financieros que a la economía en general, por lo que el próximo año será bueno para invertir.
Las claves fundamentales para los inversores serán la diversificación en regiones y sectores y mantener la vista fija en el largo plazo. Pero es importante recordar que, hoy día, invertir es la nueva forma de ahorrar, sobre todo con una pirámide poblacional que se estrecha, unos sistemas estatales de bienestar y pensiones cada vez menos eficientes y una inflación creciente. Tener el dinero parado en el banco puede ser más arriesgado que el propio riesgo que asumimos con la inversión. La realidad es que, en la actualidad, una proporción importante de la riqueza española está alojada en cuentas corrientes, donde su valor se deprecia por efecto de la inflación. Con una tasa media de inflación del 6%, estos ahorros van a perder la mitad de su valor en 12 años.
Cuando se invierte en los mercados de capitales, el rendimiento no está garantizado, pero al menos se da al dinero la posibilidad de revalorizarse si se respetan las reglas de la diversificación y de la inversión a largo plazo. Diversificar nos permite mitigar el riesgo de la inversión, ya que las crisis no afectan por igual a todas las regiones y sectores. Además, aunque este año, considerado aisladamente, ha sido duro, en 10, 20 y 30 años los mercados de capitales han sido históricamente capaces de generar rendimientos y de superar a la inflación. Por tanto, la única forma de vencer a la inflación es invertir.
Tendencias de inversión
Respecto a las tendencias en inversión para el próximo año, sin duda los ETF (fondos cotizados), que han aumentado su popularidad en los últimos tiempos, seguirán dando de qué hablar. De hecho, según las previsiones de BlackRock (NYSE:BLK), las inversiones en ETF a través de plataformas digitales en Europa alcanzarán el medio billón de euros en 2026. Hoy día apenas hay ninguna clase de activo o mercado de inversión en el que no se pueda invertir a través de ETF. Las nuevas reducciones de comisiones y costes y los altos niveles de liquidez, incluso en mercados complicados, han demostrado el poder de innovación de este vehículo de inversión.
Otra tendencia es la cada vez mayor conciencia social y ambiental de los participantes en los mercados. La inversión en activos ASG crece, y los ETF se posicionan de forma ventajosa gracias a su transparencia, ya que nos permiten comprobar las participaciones subyacentes y decidir si están alineadas con nuestra conciencia.
Por último, en 2023 seguirá creciendo también el peso de las plataformas digitales de inversión, que abren el acceso a los mercados financieros a cualquier persona, sin necesidad de contar con un gran patrimonio ni tampoco con profundos conocimientos en la materia. La facilidad de uso, la flexibilidad en la gestión y la reducción en el cobro de comisiones son las claves del éxito de estas plataformas, que sin duda tienen un nicho de mercado en pleno desarrollo.