Llevo muchos años recomendando evitar la renta variable española, pero, como es mi obligación, cada cierto tiempo reviso la estrategia, especialmente después de unas elecciones. Por si el cambio político pudiera modificar esa visión estratégica. Desgraciadamente, cada vez hay más elecciones, pero, en paralelo, disminuyen las probabilidades de que España vuelva a los puestos de cabeza en las bolsas europeas. Y no les quiero decir en las mundiales.
Vaya por delante que mi planteamiento no es en absoluto una cuestión política o, mejor dicho, no se debe a mis posibles preferencias políticas, que aquí obviamente no pintarían nada. Y prueba de ello es que cualquiera que me siga sabe que evito invertir en bolsa española desde la época de Mariano Rajoy. Vamos, que no es porque llegara el PSOE al poder.
El gran problema de España no es que gobierne un partido u otro, aunque desde el punto de vista económico haya peores y mejores opciones. El problema es que España no está evolucionando con los tiempos, que le va a ocurrir exactamente lo mismo que le pasó cuando llegó tarde, mal y a rastras a la primera revolución industrial. Pagó durante muchísimo tiempo ese retraso. Pues lo mismo nos está ocurriendo con la revolución digital.
Realmente lo mejor que pueden hacer los gobiernos en relación con la economía es no molestar, como dijo Ronald Reagan, aunque yo añadiría que obviamente deben de actuar como autoridad competente y “guardia del tráfico”, pues el capitalismo sin control es, en mi opinión, un caos. Pero desde luego lo que tienen que evitar los gobernantes es masacrar a base de burocracia, regulaciones e impuestos la innovación y el espíritu empresarial. Que es lo que están haciendo aquí desde hace años.
Pero si además se entra en un periodo de cambio tan importante como la revolución digital, el gobierno no solo tiene que no molestar: tiene que ayudar. Los gobiernos del Partido Popular ignoraron la revolución digital y, al igual que en el resto de la Unión Europea incrementaron las cargas que supone crear y mantener una empresa. En su favor hay que decir que hicieron una reforma laboral que fue positiva para las empresas en general, pero eso no basta ante un reto de esta magnitud. Porque, por lo demás, cero apoyos a la innovación y la investigación, cero concienciaciones de la importancia de la revolución digital, cero reformas en universidades. Eso sí: mucha burocracia y muchos impuestos y tasas, incluso en la creación de PYMEs tecnológicas.
Por supuesto muchos empresarios jóvenes —y no tan jóvenes— han luchado y luchan por salir adelante, pero nada pueden hacer contra las grandes universidades norteamericanas o el apoyo que se da, por ejemplo, en China, a la digitalización.
La llegada del partido socialista al poder no ha cambiado las cosas. De hecho, podrían empeorar con la incorporación de Podemos al gobierno. Y me refiero a temas estrictamente económicos y de innovación empresarial. No parece que haya intención de bajar el nivel regulatorio, burocrático o impositivo, más bien al contrario. Ni que se planteen subvenciones a la creación de empleo en sectores punteros, ni nada por el estilo.
Las prioridades del gobierno son otras y están muy alejadas de las económicas, pero lo peor es que parece que es también la posición de la sociedad en general. Gobierno y ciudadanos están a cosas que nada tienen que ver con la mejora de nuestro tejido productivo, del empleo o de la economía en general.
Para hacernos una idea, quienes tengan edad para ello recordarán el espíritu emprendedor que se vivía en la España de los años 80 y 90, muy alejado de las obsesiones políticas, identitarias o del lenguaje en las que se vive actualmente. Todo esto no deja de ser paradójico en un país que vive la enorme injusticia de
tener un paro juvenil incluso superior al de Grecia, pero desgraciadamente esa es la dura realidad española: todo lo domina la política. La economía o la empresa han pasado a un segundo plano. Ese es un lujo que solo se pueden permitir sociedades muy ricas y no es nuestro caso. Pagaremos un alto precio por ello, especialmente los más jóvenes.
Me dirán que todo esto es un análisis político que no afecta a la inversión en bolsa. Permítanme no estar de acuerdo. Los resultados de las bolsas tienen mucho que ver, como es lógico, con la fortaleza, el nervio, el músculo y la orientación de la economía subyacente. Estos son los factores que explican por qué la bolsa norteamericana haya subido un 225% en los últimos diez años mientras el IBEX ha perdido —insisto, perdido— un 16% en el mismo periodo. O por qué nuestra economía sigue perdiendo posiciones en la economía mundial. No les quepa la menor duda de que la bolsa china lo hará mucho mejor que la española en los próximos 10 años, precisamente porque China es muy consciente de la oportunidad que supone la revolución digital. Irónicamente, pese a ser un país comunista, se valora mucho más la innovación y el emprendimiento que en nuestro país.
Me gustaría decirles lo contrario, pero no, no he cambiado de opinión. No encontrarán fondos de renta variable española en las carteras de Nextep. Una pena.