Dejamos atrás una semana en la que, sin que sirva de precedente, las bolsas europeas presentaron un mejor desempeño que Wall Street. El EuroStoxx 50 repuntó un 1,69% semanal mientras que el S&P 500 retrocedió un 2,51% penalizado, por segunda semana consecutiva, por el ajuste que están sufriendo las compañías tecnológicas. La semana nos dejó también un mejor pronóstico del BCE sobre el PIB europeo, su continuidad de tipos bajos tomando nota de la revisión estratégica de la Fed, permitiendo inflación superior al 2% y su intención de no intervenir en el tipo de cambio del euro. Esta última afirmación fortaleció al Euro situándolo nuevamente por encima de 1,18 dólares.
Como habrán leído digo sin que sirva de precedente, respecto al buen desempeño de las bolsas europeas, lo que rezuma una previsión no muy optimista sobre su comportamiento en los próximos meses. Cuando un posicionamiento en compañías del viejo continente podría ser una alternativa en la rotación de nuestras carteras, mientras se ajustan valoraciones en las tecnológicas estadounidenses, los nubarrones oscurecen el futuro de la economía europea. Por mucho que Christine Lagarde mejore previsiones del PIB europeo, el nuevo desafío sobre el Brexit de Boris Johnson, la fortaleza del euro y la segunda ola de la pandemia van a hacer rebosar de dudas a los inversores sobre el ritmo de recuperación de la economía europea.
Los riesgos de que lleguemos al 31 de diciembre sin un acuerdo comercial entre la Unión Europea y Gran Bretaña han aumentado considerablemente, con la ley contraría al acuerdo con la Unión Europea para el Brexit que promueve Boris Johnson. Este asunto se puede convertir en un nuevo catalizador de volatilidad en los mercados, que se suma al de la evolución de la pandemia. Por otro lado, un euro fuerte presenta un panorama deflacionario para las economías de la Unión Europea y ralentiza su recuperación por la pérdida de competitividad que supone en su comercio internacional.
Aunque algunos analistas insistan en lo contrario, vamos a tener que seguir considerando a la renta variable europea como la eterna promesa. Vuelve a ser precipitado apostar por Europa, como lo lleva siendo desde marzo del 2015. La crisis de la Covid-19 nos ha dejado señales de mayor cohesión entre países de la Unión Europea, como el plan de recuperación para Europa, pero ahora toca esperar a los resultados. La fachada del edificio está arreglada y vista desde fuera revaloriza los apartamentos, como se ha revalorizado el Euro. Pero en el interior las instalaciones todavía son algo obsoletas y algún antiguo vecino no quiere pagar la derrama a la que se había comprometido antes de vender su propiedad.
De esta forma, el posicionamiento para el componente de renta variable de nuestra cartera pasaría por sobre ponderar compañías estadounidenses. Actualmente compañías industriales o de consumo, mientras se defina un suelo en la toma de beneficio que están sufriendo las tecnológicas.
La semana en la que entramos los bancos centrales toman el protagonismo con la reunión de política monetaria de la Fed, el Banco de Japón y Banco de Inglaterra. Continuarán transmitiendo un mensaje “dovish” favorable para el mercado pero sin grandes sorpresas, por lo que no es de esperar reacciones bruscas ni en bolsas ni en bonos.
Esperamos una semana de movimiento lateral y de rotación hacía compañías y sectores más clásicos, en espera de catalizadores que definan una continuidad de la tendencia alcista de los últimos meses.