Un índice bursátil en auge se ve muy bien a distancia, como un horizonte deslumbrante. Pero si lo observamos de cerca, a ras de suelo, veremos que es una mezcla de empresas prósperas y en dificultades.
La amplitud del mercado, que mide el número de valores que contribuyen realmente a una subida determinada, ofrece esa visión más realista de las cosas. Y, ahora mismo, ese indicador está cerca de mínimos históricos. Muestra que sólo el 35% de las acciones han superado al índice ponderado por capitalización bursátil en los últimos 12 meses. Esto le dice algo que quizá ya sepa: que los recientes beneficios del mercado han sido impulsadas de forma desproporcionada por unos pocos pesos pesados.
Esta escasa amplitud del mercado no indica que se avecine un desplome, pero no es una señal tranquilizadora. De hecho, revela mucho sobre el telón de fondo económico: que la reciente combinación de gasto público agresivo, tipos de interés altos, crecimiento tibio e inflación pegajosa no ha sido universalmente beneficiosa para las empresas. Y ha creado una economía de dos velocidades.
Las más pequeñas y vulnerables se han visto especialmente afectadas por el aumento de los costes de los préstamos y la ralentización de las ventas. Y las que dependen en gran medida de un consumidor cada vez más tenso son las que más han sufrido. Para esas empresas, que constituyen el grueso del mercado, el entorno económico ha sido más duro de lo que las boyantes cifras de los índices podrían hacer creer.
Por el contrario, una camarilla de grandes valores de alta calidad ha prosperado gracias a que ha logrado repercutir los mayores costes a los consumidores. Esto las ha convertido en las favoritas de los inversores y ha hecho que sus valoraciones y cotizaciones alcancen nuevos máximos. Entre ellos destacan gigantes tecnológicos como Microsoft (NASDAQ:MSFT) y Nvidia (NASDAQ:NVDA), y empresas de calidad como Chipotle (NYSE:CMG) y Costco (NASDAQ:COST). Como puede observarse en el descenso de la amplitud del mercado, esas empresas de éxito se han convertido en una minoría considerablemente menor.
Esa tendencia me sugiere que la economía en general se ha visto sometida a tensiones cada vez mayores. Y claro, unos pocos gigantes prósperos podrían seguir impulsando los índices bursátiles durante un tiempo. Pero en algún momento, sus valoraciones más elevadas deberán corresponderse con ganancias equivalentes en el crecimiento de los beneficios. Y con la prima que los inversores han pagado por estos valores, ahora en máximos históricos, no hay mucho margen de seguridad y las noticias decepcionantes podrían ser respondidas con una fuerte presión vendedora. Así pues, la continuación de los beneficios dependerá realmente de que mejore el entorno de todas las empresas.