Sigue en plena efervescencia la lucha enconada entre los datos sobre evolución del coronavirus, a nivel global, y la progresiva y disimilar reapertura de casi todas las economías, especialmente las occidentales.
Se trata de un combate que cada sesión aporta algo nuevo, y que hace bascular el movimiento de los inversores: en determinados días, el miedo a un posible rebrote de la enfermedad llena de desánimo a los agentes económicos. Otros, por el contrario, es la constancia de que, cada vez más, se van abriendo determinados sectores económicos, en la medida en la que, paralelamente, se van cumpliendo hitos de la desescalada. En este contexto, no es de extrañar que la incertidumbre se mantenga muy elevada y, con ello, los mercados se muevan sin un rumbo definido y, de hecho, muy fluctuante de un día para otro. Pura ciclotimia.
Condiciones de la actual ciclotimia
En todo caso, debemos tener presente que dichos movimientos tienen lugar bajo dos condiciones muy relevantes.
La primera de ellas es que la macroeconomía está absolutamente triturada: los datos que se van publicando nos llevan, en algunos casos, no solo a los peores registros de la pasada crisis, sino incluso a momentos históricos anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Además, las perspectivas de una rápida y relativamente fácil recuperación son cada vez más débiles, a tenor de lo comentado por el presidente de la Reserva Federal, Sr. Powell, o de las revisiones actualizadas del Banco de España, por poner dos ejemplos. En suma, un universo muy duro por delante, que es la base, muy baja, de la futura recuperación de la actividad.
No obstante lo anterior, y aquí viene el segundo condicionante, esa base tan baja está actuando como un factor muy limitador de las expectativas, tanto económicas como de mercado. Ello puede tener el efecto curioso, en la medida en la que datos reales resulten no buenos pero sí mejores a los esperados, aunque sea solo de manera ligera, que provoquen un halo de positivismo en los mercados. Muy someramente estamos observando este proceso, singularmente en China, obviamente en una fase más avanzada de “desescalada”.
En ese sentido, nada tendría mejor cartel para los inversores que una aceleración de la puesta en marcha de los motores que mueven la producción y el consumo. Es decir, una vuelta a la normalidad o, si se prefiere, a la “nueva normalidad”, teniendo en cuenta que los miedos y precauciones, probablemente, perdurarán bastante tiempo.
Las instituciones monetarias, red de seguridad del entorno económico y financiero
Conviene recordar que este entorno económico y financiero, tan complicado, trabaja con la red de seguridad que dan las instituciones monetarias, tanto en Asia como en EEUU y Europa.
En el caso del Viejo Continente, no está de más comentar que el BCE ya ha acumulado compras por valor de 152.900 millones de euros en bonos, especialmente deuda pública, de los 750 mil millones aprobados inicialmente. Asimismo, el Eurogrupo ha activado finalmente los 240 mil millones asignados del MEDE: los estados que lo soliciten, hasta el 31 de diciembre de 2022, podrán recibir un préstamo por hasta el 2 % de su PIB para cubrir costes sanitarios derivados del Covid 19. A ello hay que añadir un fondo europeo para luchar contra el paro, por importe de 100 mil millones de euros.
En resumen, una situación complicada, qué duda cabe, pero radicalmente distinta a la anterior crisis, con unos mecanismos paneuropeos ya creados que actúan como factores de protección y cohesión. Por todo ello, máxima precaución, sí, pero también razonable confianza.
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