No todos los grupos cuentan con representación política. El sistema democrático es sumamente imperfecto en este sentido. En la mayoría de los casos, el ciudadano se ve obligado a escoger el menor de los dos males, porque nadie defiende sus intereses particulares. Entonces, se busca una aproximación. En las elecciones, lo que obtenemos en realidad es la victoria de la coalición más grande de minorías. Esta crisis de representatividad es en gran parte la responsable de nuestro descontento político. La antipolítica es, en el fondo, un sentimiento de desarticulación por parte del individuo alienado. La comunidad cripto se integra con muchos de estos no-representados. Pero no somos una fuerza política, porque no estamos muy organizados. Nos hace falta organización y visibilidad. Somos demasiado anarquistas y distintos para poder crear un bloque unitario. ¿Es tiempo de cambiar?
Obvio que esta comunidad necesita un mejor lobby. Tenemos un grave problema de Relaciones Públicas. Para convertirnos en una fuerza política necesitamos una agenda común. Las redes sociales son prueba viviente de nuestra fragmentación como cuerpo social y político. Cualquier cosa que uno escriba, siempre surge un miembro de la comunidad refutando esa idea violentamente. No me refiero al sano debate que debe existir en todo grupo. Me refiero a una oposición cargada de agresividad. “No sabes nada”. “No entiendes nada”. “Eres un idiota”. Ni siquiera nos podemos poner de acuerdo en una definición común para Bitcoin. La fundación Bitcoin no representa a nadie. Y la desconfianza en el otro es muy elevada.
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