Pese a que nadie tiene mucha fe en el proyecto, el precio de Dogecoin sigue subiendo como la espuma. La criptomoneda del fulano perrito sigue atrayendo compradores, en gran parte, debido a la manipulación constante por parte de personajes como Elon Musk, Mark Cuban y otros. El proyecto como tal es claramente un cascarón vacío. Sin embargo, tiene una nutrida comunidad de fieles. Por muy absurda y ridícula que nos parezca la propuesta, si hay fe, hay congregación. Y si hay congregación, hay valor. No importa lo tonto del credo, siempre es posible encontrar a alguien dispuesto a unirse a una iglesia. En otras palabras, la teoría del más tonto. Siempre es posible encontrar a alguien que pague más por un activo ya sobrevalorado.
La fe es un componente muy importante en este espacio. Es decir, las criptomonedas son esencialmente activos fiduciarios. No son fiat, pero sí son fiduciarias. Las mercancías son diferentes, porque poseen una realidad física. Si bien es cierto que para determinar su precio también inciden factores subjetivos, la realidad física siempre es un elemento de importancia primordial. La especulación en el mercado de los tulipanes, por ejemplo, depende bastante de las compras de tulipanes por parte del consumidor. Sin esta demanda inicial, una burbuja especulativa no podría darse. De hecho, la burbuja explota cuando la especulación se separa demasiado de la realidad y el mercado se da cuenta de la discrepancia. En el caso de un activo fiduciario, los elementos subjetivos nos pueden llevar al delirio con mayor facilidad.
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