Si ha tenido algo que ver con las artes digitales, los activos digitales, o ambos, en los últimos meses, ha sido prácticamente imposible escapar al aluvión de noticias sobre cómo los tokens no fungibles, o NFT, están cambiando las reglas del juego para las industrias creativas. Desde que Kings of Leon lanzara su nuevo álbum como NFT hasta que el artista digital Beeple cerrara una subasta de Christie's con un precio asombroso en una pieza de su obra, la tendencia se ha desarrollado a un ritmo asombroso.
Muchos creen que los NFT no son simplemente un nuevo y llamativo medio para el trabajo artístico, sino un vehículo que puede generar nuevas eficiencias y redefinir las relaciones entre los creadores, su público y los ejecutivos tradicionales y de las industrias de la música y las artes.
Una mejor gestión de los derechos de propiedad intelectual y la racionalización de la distribución de los derechos de autor son algunos de los casos de uso más frecuentemente invocados. Entidades de gestión de derechos de autor ya establecidas, como la Sociedad Italiana de Autores y Editores, se están sumando al movimiento y se dirigen hacia los registros de propiedad intelectual en blockchain, mientras que los músicos ponen a la venta acciones de sus obras para que los inversores se beneficien del posterior uso comercial de los discos. ¿Hasta qué punto son viables estas soluciones y qué obstáculos pueden encontrar sus defensores?