Emilio Crespo
Lisboa, 8 oct (EFE).- El escándalo de la deuda oculta de Madeira y su efecto en la frágil economía de Portugal dominan las elecciones del domingo en unas islas que no han cambiado de presidente en 33 años y que ahora desafían a Lisboa, la "Troika" y la crisis.
Alberto Joao Jardim, un abogado de 68 años que ha ganado todos los comicios del archipiélago desde que la Revolución del 25 de Abril de 1974 lo convirtió en una región autónoma, es el holgado favorito de todos los sondeos para aplastar, una vez más, a la oposición socialista.
Pero el controvertido político conservador nunca se ha presentado a unas elecciones regionales tan desacreditado ante su electorado ni tan falto de apoyos en su propio partido, el Social Demócrata (PSD, centroderecha) que gobierna también Portugal desde junio.
Jardim cerró su campaña electoral al grito de "la 'Troika' no entrará en Madeira", en alusión a las duros ajustes económicos impuestos al país por los tres organismos que negociaron el rescate financiero de Portugal en mayo, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
La "Troika" ha señalado ya la grave amenaza que suponen para el saneamiento de la economía lusa las deudas ocultas del Gobierno de Jardim, que debe en total más de 6.000 millones de euros y ha obligado a revisar al alza el déficit de Portugal cuando el país intenta desesperadamente bajarlo.
Pero el polémico líder isleño, que sus rivales tildan de cacique, niega cualquier abuso y justifica en cuestiones contables y en la necesidad de impulsar el desarrollo del archipiélago lo que el Gobierno central, de su mismo partido, ha calificado en Lisboa de "graves irregularidades".
El Instituto Nacional de Estadística luso y el Banco de Portugal revelaron en septiembre que había un desvío de más de mil millones de euros en las finanzas de Madeira ocultado por su Gobierno, y el Ejecutivo central anunció la semana pasada que habrá que adoptar nuevas medidas de austeridad para cubrir ese agujero.
La crisis económica que vive Portugal y los compromisos que tuvo que firmar para evitar la bancarrota con un préstamo internacional de 78.000 millones de euros, han obligado al Gobierno conservador de Pedro Passos Coelho a aplicar las medidas económicas más duras que recuerdan los portugueses.
El Estado, que soporta la mitad de la economía lusa ahora en plena recesión, ha congelado sus obras e inversiones y el salario de los funcionarios,
Mientras, se privatizan las empresas públicas y ha subido la inflación, el IVA, el impuesto de la renta, los transportes públicos, el gas y la luz.
Las mayoría de las familias portuguesas sufren con el aumento del desempleo pero perderán además la mitad de la paga de Navidad con el nuevo impuesto destinado a reducir un déficit nacional que Madeira ha hecho subir del 9,1 al 9,8 % en las cuentas de 2010, revisadas por culpa de las irregularidades en las islas.
Nunca Portugal había estado tan pendiente de unas elecciones en la lejana y paradisiaca Madeira, que dista un millar de kilómetros de la capital y apenas alberga a 265.000 de los más de diez millones y medio de habitantes que tiene el país.
En abierto desafío al Portugal temeroso del ya anunciado endurecimiento de la política de austeridad del Gobierno central por culpa del exceso de gasto madeirense, Jardim ha defendido su política financiera y se ha mostrado decidido a no enmendarla.
Los principales líderes del PSD, desde el presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva, al primer ministro Passos Coelho, han censurado la gestión del archipiélago, y el aparato del partido en Lisboa se ha mostrado más distante que nunca de su campaña electoral.
Pero Jardim sigue al frente de todas las encuestas con sus alegatos contra los supuestos intentos de Lisboa por "imponerse" a la voluntad de los madeirenses y desacreditarles con "sucias mentiras".
Al otro lado del océano estas elecciones se han convertido también en un dilema para Passos Coelho, cuyo partido, con apenas cuatro meses en el poder, puede sufrir la amarga victoria de ver bendecido por las urnas a su más díscolo dirigente regional. EFE