Por Lisa Jucca y Liam Proud
MILÁN/LONDRES (Reuters Breakingviews) - Los magnates de medios de comunicación Silvio Berlusconi y Vincent Bolloré son como jubilados en un bufé, peleando por el último sándwich. Mientras tanto, son los novatos Netflix (O:NFLX) y Amazon (O:AMZN) quienes se comen el pastel. Dos egos gigantes se interponen en el camino de un futuro más constructivo para Mediaset (MI:MS), una empresa valorada en 4.000 millones de dólares.
Todo pareció empezar con buenas intenciones. En 2016, el grupo mediático francés Vivendi (PA:VIV), propiedad de Bolloré y con un valor de mercado de 36.000 millones de dólares, acordó comprar la división de televisión de pago de la italiana Mediaset, controlada por la familia Berlusconi y dirigida por su hijo, Pier Silvio. La operación sentaba las bases para una alianza más amplia con el ex primer ministro italiano, mejorando las perspectivas de dos grupos en decadencia.
No está claro qué fue lo que falló, pero es evidente que algo salió mal. Bolloré se retractó rápidamente de lo acordado, adquiriendo en su lugar el 30% de las acciones de Mediaset. Esto fue el origen de una guerra legal que ya dura más de tres años.
El último avance en la batalla procede del lado de los Berlusconi, quienes intentan debilitar la posición de Bolloré y consolidar su control mediante la fusión de la matriz italiana de Mediaset con su filial española, de la cual son accionistas mayoritarios. Pero el multimillonario francés ha contraatacado.
Se trata de la clásica pelea en los tribunales de multimillonarios con montones de abogados. Probablemente Berlusconi sienta que Bolloré traicionó una amistad de varios años, asestando el golpe justo cuando el octogenario italiano se recuperaba de una intervención cardíaca. La mente de Bolloré es menos accesible, pero para él podría tratarse de una cuestión de orgullo. Las acciones de Mediaset cotizan más de un 20% por debajo del precio al que las compró, mientras que Telecom Italia (MI:TLIT), su otra inversión en el mercado italiano, también hace aguas. Es posible que el francés también se sienta soliviantado ante la perspectiva de tener que pagar una compensación por la cancelación del acuerdo sobre la televisión de pago de Mediaset.
La traición y el orgullo no son buenos ingredientes para un negocio. Valdría más los dos envejecidos empresarios emplearan sus energías en la lucha contra sus comunes enemigos estadounidenses. Mientras los magnates se enredan en un interminable cruce de demandas, la hemorragia abierta en las televisiones europeas sigue perdiendo espectadores en beneficio de Netflix y Amazon, mientras que Google (O:GOOGL) y Facebook (O:FB) acaparan los ingresos por publicidad.
Y esto lo han notado los inversores: la cotización de Mediaset ha caído un 25% desde principios de 2016, mientras que el beneficio de explotación del año pasado de Canal+, propiedad de Vivendi, fue un 20% inferior al de 2015. El número medio de horas de visionado de televisión convencional alcanzó su punto álgido en 2012 en los hogares franceses y en 2014 en los italianos, según Morgan Stanley (NYSE:MS).
Los sueños de grandeza compartidos podrían ayudar a recuperar la confianza perdida y a construir un futuro mejor. Ambos empresarios podrían trabajar juntos para promover la consolidación de las redes paneuropeas audiovisuales. Además, el balance de Bolloré, mucho mayor que el de Berlusconi, podría ayudar a financiar una tecnología de segmentación publicitaria más sofisticada para Mediaset. Aunar esfuerzos con estos objetivos sería más productivo que pelearse por las migajas de los medios europeos.
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(Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones vertidas en esta columna son responsabilidad exclusiva de sus autores)
(Editado por Edward Hadas y Karen Kwok; Traducido por Darío Fernández en la redacción de Gdynia)