Washington, 2 dic (.).- El presidente electo de EE.UU., Donald Trump, pretende eliminar el déficit federal y abaratar los productos a base de aranceles, pero lo que ocurrió durante su primera presidencia (2017-2021) con el precio de las lavadoras pone en duda que vaya a conseguir su objetivo.
Trump amenazó hace una semana como imponer aranceles del 25 % a sus dos socios norteamericanos, Canadá y México, hasta que cese el flujo de drogas e inmigrantes ilegales.
Este sábado, el republicano volvió a utilizar la misma táctica y señaló que los países del llamado BRIC (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos) serán castigados con un arancel del 100 % si toman medidas para socavar el dominio del dólar en el sistema financiero mundial.
Más aranceles, menos déficit
Aunque Trump está utilizando la amenaza para lograr concesiones de otros países, el líder estadounidense reveló al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, durante la cena que mantuvieron el viernes en Mar-a-Lago, que su intención es eliminar el déficit presupuestario a través de aranceles.
Trump también ha declarado que las tasas a los bienes importados provocarán un renacimiento del sector industrial estadounidense y reducirán los precios para los consumidores porque forzarán a las empresas a producir en Estados Unidos.
En su opinión, todo esto aumentará la competitividad, lo que finalmente reducirá los costes a los consumidores. Pero muchos economistas no comparten su opinión.
El ejemplo que ponen expertos como Inga Fechner y James Knightley, economistas del banco ING (AS:INGA), en contra de la eficacia de los aranceles para reducir el déficit e impulsar la economía local, es el de las lavadoras.
En febrero de 2018, durante la primera presidencia de Trump (2017-2021), el Gobierno estadounidense gravó las importaciones de lavadoras fabricadas en China con una tasa del 20 %.
Según los datos de ING, durante los primeros cuatro meses, mientras los establecimientos comerciales vendían sus existencias, los precios no sufrieron grandes cambios.
Pero, una vez que estas se agotaron, los precios aumentaron un 12 %. ¿Quién asumió este aumento del coste? Los consumidores un 60 %. Y el resto se distribuyó entre los vendedores, que se conformaron con menores beneficios, y los fabricantes, que bajaron sus precios.
Los precios de las lavadoras siguieron aumentando hasta mediados de 2022 - más de cuatro años después de que Trump impusiese los aranceles-, cuando empezaron a bajar, pero nunca se han reducido hasta los niveles de 2018.
Los aranceles son impuestos a consumidores
Lo que sí consiguieron las tarifas que Trump impuso a China en 2018 -inicialmente sólo a productos por valor de 34.000 millones de dólares, pero posteriormente ampliados a 370.000 millones de dólares en importaciones por la guerra comercial que se desató-, es aumentar los ingresos para las arcas estadounidenses. De 2018 a 2024, 586.900 millones de dólares, según los datos de ING.
El matiz que subrayan los economistas del banco es que ese dinero quien realmente lo ha pagado son las compañías importadoras, que han reducido sus márgenes de beneficio, y los consumidores, que han pagado precios más elevados.
En declaraciones a EFE, Amir Neto, director del Instituto de Investigación Económica Regional y profesor asistente de Economía de la Universidad Florida Gulf Coast en EE.UU., coincidió con los economistas de ING en lo que realmente son los aranceles: un impuesto a los consumidores.
"Las tarifas añaden costes a las empresas, que finalmente los pasan a los consumidores. Las empresas, o absorben el coste, lo que reduce su eficiencia, o lo pasan a los consumidores, lo que produce precios más elevados", explicó.
Los aranceles y sanciones económicas tienen otro efecto que no es menor: fomentar una mayor independencia de socios que anteriormente necesitaban a EE.UU.
Es lo que ha sucedido con el gigante tecnológico chino Huawei, que desde 2019 sufre sanciones por parte de Estados Unidos y otros países occidentales.
Las sanciones han obligado a Huawei a desarrollar sus propios semiconductores avanzados, impulsando su desconexión de la tecnología occidental y provocando pérdidas a las empresas surcoreanas que anteriormente le suministraban productos.
En el caso de Canadá, el jefe de Gobierno de la provincia de Columbia Británica, David Elby, prometió este lunes que buscará mercados alternativos para los miles de millones de dólares de carbón, madera, plásticos y maquinaria que cada mes exporta a Estados Unidos.