Por Khalil Ashawi
AZAZ, Siria (Reuters) - El rescatador sirio Samir (CS:SAMI) Salim encontró el cuerpo de su madre debajo de los escombros de su casa, pero no había tiempo para un funeral.
"La enterramos y volvimos a trabajar. Había mucha gente bajo los escombros", dijo. Meses después, ya ni siquiera puede visitar su tumba.
Cuando las fuerzas del Gobierno sirio recuperaron su ciudad natal de Guta, cerca de la capital Damasco, Salim siguió a cientos de miles de personas que huyeron al noroeste aprovechando los acuerdos de rendición de las tropas rebeldes.
Ahora, él y los "Cascos Blancos" desplazados desde diferentes partes de Siria se han reunido en la ciudad controlada por los rebeldes de Azaz para tratar de reconstruir sus vidas cerca de la frontera turca.
Su trabajo ha cambiado drásticamente: sin aviones de guerra que sobrevuelan sus cabezas, ayudan a las autoridades de la oposición a apagar incendios, limpiar las calles y plantar árboles.
Azaz queda dentro de una zona informal de amortiguación que Turquía ha ido conformando desde 2016. El área noroeste de Siria sigue siendo el último gran bastión insurgente en el país y ahora se encuentra en el punto de mira del presidente Bashar al-Assad.
Los Cascos Blancos se han quejado con frecuencia por las posibles represalias a medida que las fuerzas gubernamentales han ido derrotando enclaves rebeldes con la ayuda de Rusia e Irán.
El servicio de defensa civil, que recibe fondos de los gobiernos occidentales, recibe voluntarios de entre las personas que han sufrido ataques aéreos en territorio rebelde. Assad los ha acusado de ser un frente patrocinado por Occidente para la rama de Al Qaeda en Siria.
"NUEVA VIDA, EXTRAÑO LUGAR"
Salim dice que muchos camaradas se han quedado en el este de Guta.
Antes de irse, ayudó a quemar el centro de emergencia que antaño había contribuido a construir en su ciudad, donde también trabajaban sus tres hermanos.
Mientras los autobuses transportaban evacuados fuera de territorio gubernamental, entre ellos la esposa de Salim, cinco hijos y parientes, algunas personas les insultaron y arrojaron piedras contra ellos, comenta.
"Llegamos con gran miseria", dijo Salim, de 45 años. "Nuestros compañeros nos dieron una bienvenida excepcional".
Azaz está muy lejos de Guta, que vivió años de amargos asedios y ataques aéreos, a mucha distancia de la influencia turca del noroeste.
Salim recuerda un ataque con gas sarín que mató a cientos de personas en 2013 en el enclave rebelde. "La gente corría por las calles gritando 'ataque químico' y había muchos civiles en la calle que echaban espuma por la boca".
Dice que se lesionó el bazo durante un ataque aéreo en un mercado en 2016 y le extirparon parte de los intestinos.
Los primeros rescatistas de los Cascos Blancos dicen que Damasco los ha atacado específicamente durante el conflicto, que dura ya más de siete años. El gobierno dice que solo ataca a los insurgentes.
"Tememos construir una nueva vida en un lugar extranjero y luego tener que irnos una vez más", dijo Salim. "Me temo que el norte de Siria se enfrentará a lo que nos pasó en Guta".
Su familia ahora vive en la cercana región de Afrin, donde un ataque turco a principios de este año derrocó a los combatientes kurdos sirios. Estas fuerzas han acusado a Turquía de expulsar a los residentes de Afrin para reasentar a otras personas, algo que Ankara niega.
"TIEMPOS MÁS DUROS"
El nuevo equipo de Salim incluye a Ahmed Rashid, de 30 años, que salió en un autobús de evacuados del este de Alepo hace dos años después de que los aviones de combate arrasaran distritos enteros.
La sangrienta batalla por Alepo, en el norte de Siria, marcó un punto de inflexión en la guerra cuando las fuerzas progubernamentales barrieron la mitad insurgente de la ciudad. Rashid dijo que 12 amigos de su centro en Alepo fueron asesinados.
"Nadie esperaba que yo perseverara, especialmente porque mis padres están en Turquía. Pero no puedo abandonar la defensa civil", dice este exdiseñador de zapatos.
"En Alepo, el bombardeo fue tan intenso que no pudimos dormir". "Aquí (en Azaz), no hay tanta presión ".
Nayef al-Aboud, que también forma parte del mismo equipo, dice que trabajan en gran medida en servicios como ayudar con los accidentes automovilísticos.
"Hoy, nuestro centro tiene trabajadores de las poblaciones desplazadas", dijo Aboud, de 22 años, quien es de Azaz. "Nuestra fortaleza ha crecido porque están aquí, aprendemos de sus experiencias, vivieron momentos más duros".
(traducido por Tomás Cobos en la redacción de Madrid)