Por Silvio Castellanos y Susana Vera
MADRID, 23 mar (Reuters) - Cuando las bombas rusas empezaron a caer sobre Járkov, Anna Kharazii supo que tenía que salir de allí. Tras un angustioso viaje por Europa con su hija pequeña, su madre y su suegra, la familia está construyendo una nueva vida en España.
"Vinimos sin nada, sólo con equipaje de mano, y nos han dado todo", dijo a Reuters Kharazii, de 37 años, en el Hospital Isabel Zendal de Madrid, convertido en un centro administrativo para refugiados ucranianos.
Unos 25.000 ciudadanos ucranianos han entrado en España desde el inicio de la invasión rusa el pasado 24 de febrero, según las últimas estimaciones del Gobierno español. En la vecina Portugal, los ucranianos son ahora la segunda comunidad extranjera más grande después de los brasileños. Según Naciones Unidas, casi 3,6 millones de refugiados han huido de Ucrania hasta ahora.
"Nos sentimos realmente acogidos y agradecidos por su hospitalidad", dijo Kharazii, una experta en informática y diseñadora de interiores que está siendo ayudado por una familia española.
Temiendo por sus vidas, Kharazii y su marido metieron a su hija Kira y a su anciana madre en un coche justo después de la invasión y partieron hacia la ciudad occidental de Ivano-Frankivsk, que creían segura.
Dependiendo de extraños para la comida y el refugio, esquivaron los ataques aéreos y durmieron en búnkeres durante el camino.
"Hay que apagar la luz para que no nos tiren la bomba", dijo Kira, de tres años, en un vídeo grabado con el móvil justo antes de su huida, vestida con un tutú de colores del arcoíris y una linterna en la cabeza y agarrando un unicornio rosa de peluche.
Pero cuando llegaron, Ivano-Frankivsk también estaba siendo atacada y Kharazii se dio cuenta de que tenían que abandonar Ucrania.
Su marido, Kirill Antonov, se quedó para entregar suministros a las tropas, mientras que las mujeres hicieron un viaje de 35 horas en autobús hasta Budapest, donde encontraron un vuelo gratuito a Madrid el 18 de marzo.
Un pariente que vivía en España las puso en contacto con María José Angoitia, jubilada y propietaria de una librería que tenía un apartamento vacío.
"Estaba recién comprado y lo íbamos a alquilar y justo dijimos, '¡pues ya está aquí, que se vienen las cuatro!'", dijo Angoitia, quien explicó que amigos y vecinos ayudaron a amueblar la casa con camas, un televisor y un microondas.
Angoitia acompañó a la familia el martes para ayudarles a solicitar las tarjetas de viaje gratuitas y el registro sanitario.
Mientras las mujeres esperaban en la fila, Kira, que ya ha visitado la escuela a la que asistirá, se impulsaba en una moto de juguete y jugaba con su nuevo anfitrión español.
La suegra de Kharazii, Svitlana Antonova, de 64 años y nacida en la región ucraniana de Dombás, recordó que ya tuvo que huir una vez cuando estallaron los combates entre los separatistas prorrusos y las tropas ucranianas hace ocho años.
"Siempre pensé que Rusia era el país más comprometido con la paz, me criaron con ese pensamiento", dijo.
"Todo eso era una mentira".
(Escrito por Nathan Allen; editado en español por Benjamín Mejías Valencia)