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Un siglo después, la prosa de Hemingway sigue atrayendo visitantes a Pamplona

Publicado 12.07.2023, 12:09
Actualizado 12.07.2023, 12:19
© Reuters. Toros de la ganadería Fuente Ymbro corren por la calle Estafeta durante el cuarto encierro de los Sanfermines en Pamplona, España, el 10 de julio de 2023. La famosa fiesta de los encierros envuelve el centro de Pamplona cada mes de julio, cuando visitan

Por Susana Vera y David Latona

PAMPLONA, 12 jul (Reuters) - Suenan ocho campanadas. Se enciende una mecha y despega un cohete. Se abren las puertas de los corrales y salen doce bestias —seis toros y seis bueyes— al galope, con los cascos retumbando en las calles adoquinadas.

En ese momento, una multitud de corredores vestidos de blanco comienzan a esprintar. Miran hacia atrás, listos para esquivar los cuernos de las bestias con movimientos de ballet que desafían una muerte sangrienta. Los espectadores, embelesados, animan desde los balcones.

Es la fiesta de San Fermín, el famoso festival taurino que se celebra en el centro de Pamplona cada mes de julio, cuando gente de todo el mundo acude a la ciudad del norte de España para disfrutar de nueve días de adrenalina, sudor y desenfreno, que se saborean tan libremente como el vino.

Algunos acuden a los Sanfermines —como se conoce popularmente a la fiesta— atraídos por la prosa atemporal de uno de los grandes de la literatura estadounidense del siglo XX.

Ernest Hemingway (1899-1961) se enamoró de los Sanfermines en su primera visita, hace exactamente 100 años. Los encierros, las corridas de toros de los expertos locales —y la fiesta hedonista— lo cautivaron tan profundamente que regresó ocho veces entre 1924 y 1959.

En 1926, ambientó en parte en Pamplona su primera novela, "Fiesta" ("The Sun Also Rises", en la primera edición inglesa). Basándose en sus experiencias en la ciudad navarra y entre la comunidad de expatriados estadounidenses y británicos en París, Hemingway se convirtió rápidamente en la voz de lo que se conoció como la "Generación Perdida" posterior a la Primera Guerra Mundial.

En el libro, el narrador —alter ego de Hemingway— relata una historia de excesos, de juergas constantes y en cierto modo desesperadas, interrumpidas únicamente por desplazamientos a la plaza de toros para presenciar los sangrientos encuentros.

"No soporto pensar que mi vida va tan deprisa y no la estoy viviendo de verdad", dice uno de los personajes en un famoso intercambio de palabras.

"Nadie vive su vida hasta el final, excepto los toreros", responde el narrador.

Bill Hillmann, profesor de inglés de Chicago y experto corredor de toros, leyó por primera vez "The Sun Also Rises" en la universidad, cuando tenía 20 años. Cuando este hombre de 41 años pasó la última página, supo dos cosas: quería ser escritor y algún día correría delante de los toros de Pamplona.

Hillmann corrió por primera vez en 2005. Desde entonces es un fijo.

"Llegué aquí y me quedé alucinado. Era todo lo que se dice, pero multiplicado por diez. Era más grande. Era más salvaje. Era más loco", dice.

Con los años, se hizo amigo de John, el nieto de Hemingway, y de Michael, el bisnieto. Ser corneado dos veces, en 2014 y 2017, no ha mermado su entusiasmo.

"Básicamente he estado siguiendo al fantasma de Hemingway, ya sabes, y estoy un poco bajo su hechizo", dice Hillmann.

Para Cheryl Mountcastle, de 69 años, su primer encuentro con "The Sun Also Rises" fue en su instituto de Nueva Orleans. Durante los últimos 24 años, ha alquilado el mismo apartamento en Pamplona para el festival con su familia. Dice que el énfasis de la novela en la bebida omite otra faceta de la fiesta, como compartir la comida y bailar en la calle.

Leontxi Arrieta es una de las pocas pamplonesas que han conocido a Hemingway en persona. Esta mujer de 91 años cuenta a Reuters que su familia acogió al escritor y a su cuarta esposa, Mary Welsh, en su última visita a los Sanfermines en 1959, dos años antes de su muerte.

La pareja alquiló tres habitaciones de la casa de los Arrieta, donde Hemingway escribía, bebía vodka y escandalizó a la familia quitando los crucifijos de la pared y metiéndolos en el armario, relata Arrieta.

QUÉ HA CAMBIADO Y QUÉ NO

Hay un debate recurrente entre los pamploneses: ¿La masificación de la ciudad en Sanfermines es culpa de Hemingway? ¿Representó mal su esencia en sus escritos? ¿Ha sido víctima del éxito de la novela?

El año pasado acudieron 1,7 millones de personas, que dejaron tras de sí 1.200 toneladas de cristales rotos y residuos varios. Un codiciado sitio en un balcón con vistas privilegiadas del encierro puede alcanzar fácilmente los 200 euros (220 dólares) por persona.

El pamplonés Miguel Izu, de 63 años, autor de varios libros sobre los Sanfermines y de uno sobre los vínculos de la fiesta con Hemingway, cree que se ha exagerado la influencia del novelista en su popularidad.

"Es cierto que ha contribuido a dar fama a los Sanfermines y a traer gente, pero antes de Hemingway ya venían turistas, sobre todo de Francia", explica Izu.

Hemingway era un desconocido durante su viaje de 1923, dice, y sólo se convirtió en una figura mundialmente conocida tras obtener el Premio Nobel en 1954.

Izu reconoce que la ciudad seguía explotando la imagen de Hemingway para promocionarse, "deliberada o inconscientemente". Pero también a la inversa: "Lo convertimos en una especie de icono de los Sanfermines: no se puede hablar de ellos sin mencionar a Hemingway".

Pero no todos los extranjeros presentes en el festival se han dejado seducir por el autor, sobre todo desde el auge de las redes sociales. El australiano William Kappal, de 23 años, y sus amigos se sintieron más bien atraídos por los vídeos de YouTube que mostraban el estimulante peligro de los encierros, acompañados de mucho jaleo.

Al preguntarles si habían oído hablar de Hemingway, Kappal se ríe.

"No. ¿Deberíamos buscarlo?".

Muchas cosas han cambiado desde 1923 —los trajes blancos adornados con pañuelos y cinturones rojos que llevan los corredores, por ejemplo, no se pusieron de moda hasta después de 1931— y el norte de España ha pasado de ser una sociedad agraria a una industrializada. Pero la esencia de la fiesta permanece, dice Izu.

Las cafeterías que aparecen en el libro, como la Iruña, siguen abiertas. Los visitantes siguen festejando, rezando y buscando un hueco en las abarrotadas calles para ver a los toros sin riesgo de ser corneados por sus endiablados cuernos.

© Reuters. Toros de la ganadería Fuente Ymbro corren por la calle Estafeta durante el cuarto encierro de los Sanfermines en Pamplona, España, el 10 de julio de 2023. La famosa fiesta de los encierros envuelve el centro de Pamplona cada mes de julio, cuando visitantes de todo el mundo acuden a la ciudad del norte de España para disfrutar de nueve días de adrenalina, sudor y desenfreno que se saborean con la misma libertad con la que fluye el vino. Algunos se sienten atraídos por los Sanfermines -como se conoce popularmente a la fiesta- por la eterna prosa de Ernest Hemingway, que se enamoró de los Sanfermines en su primera visita, hace exactamente 100 años. Los encierros, las corridas de toros de los expertos locales -y la fiesta hedonista- lo cautivaron tan profundamente que regresó ocho veces entre 1924 y 1959. REUTERS/Susana Vera

Dice Izu: "Creo que si (Hemingway) volviera a la vida... miraría a su alrededor y diría: 'Algunas cosas son extrañas, pero bueno, básicamente son los mismos Sanfermines de siempre'".

(1 dólar = 0,9093 euros)

(Información de Susana Vera; redactado por David Latona; edición de Rosalba O'Brien; editado en español por Javi West Larrañaga)

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