Por Nidal al-Mughrabi y Maayan Lubell
GAZA/NAHAL OZ Israel (Reuters) - Cincuenta días de guerra en una de las zonas más densamente pobladas del mundo han dejado áreas de Gaza en ruinas. Con la economía sufriendo por un bloqueo de Israel y Egipto, el enclave afronta ahora la casi imposible tarea de la reconstrucción.
Para hacerlo, Gaza tendrá que encontrar miles de millones de dólares en el extranjero, lidiar con los límites israelíes sobre los materiales de construcción que entran en su territorio, resolver una disputa política interna y mantener el flujo de ayuda a una golpeada población.
Un hecho destaca: antes de la guerra, entraban de media 30 toneladas de cemento a Gaza cada semana. Ahora se estima que son necesarias 10.000 toneladas cada día durante los próximos seis meses.
En Shejaia, una ciudad cerca de la frontera golpeada fuertemente por el bombardeo israelí durante la guerra, muchos hogares y fábricas yacen en ruinas entre montones de ladrillos rotos y basura que se descompone con el calor.
"Algunas zonas de Gaza parece como si hubieran sido golpeadas por un terremoto", dijo Borge Brende, el ministro de Exteriores de Noruega, que visitó esta semana la zona para tratar de evaluar las necesidades humanitarias y de reconstrucción.
La Autoridad Palestina dijo en un estudio la semana pasada que el trabajo costaría 7.800 millones de dólares, dos veces y media el Producto Interior Bruto (PIB) de Gaza. Se calcula que 2.500 millones son necesarios para reconstruir viviendas y 250 millones para la energía.
El economista de Gaza Maher al Tabbaa dice que los costes serían de unos 5.000 millones de dólares. En cualquier caso, los donantes internacionales que se reunirán en El Cairo el 12 de octubre - entre ellos la UE, Turquía y Catar - saben una cosa: será caro.
Se estima que necesitan reconstruirse 18.000 viviendas, al menos tres bloques de 14 plantas de apartamentos, carreteras, escuelas, puentes y clínicas, pero quizás el trabajo más urgente sea arreglar la planta de energía. Ya por debajo del 50 por ciento de su capacidad antes de la guerra, ahora está al 6 por ciento.
Esto tiene un efecto demoledor sobre el agua y el alcantarillado, ya que el tratamiento de aguas depende de la energía y las plantas de desalinización necesita gran cantidad de energía de la red.
La población gazatí, de 1,8 millones de personas -crece a un ritmo de unas 50.000 al año- depende en gran medida de los donantes internacionales, y sin una aceleración del crecimiento económico, el paro es improbable que baje del actual 40 por ciento.