El campo es el tema de moda por estos días en Colombia. La crisis del sector ha dado de qué hablar, pues la inflación de alimentos está desbordada y ha desequilibrado la meta del Banco de la República de Colombia, siendo este el resultado de una estrategia que ha favorecido a la importaciones de alimentos e insumos, que con una tasa de cambio que supera los $3.000 ha duplicado los precios de la canasta. Esto, sin tocar los estragos que ha causado el fenómeno de El Niño en la productividad del sector agrícola y agropecuario.
Y en medio de este panorama, el Gobierno Nacional ha hecho varios anuncios para incrementar la competitividad del sector agro, no solo para el consumo interno, sino para pensar en exportaciones, tema en el cual el crédito agropecuario se convierte en un instrumento fundamental, a pesar de que su acceso ha sido uno de los cuellos de botella para los empresarios del sector.
Datos entregados por la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC, basados en el Censo Nacional Agropecuario 2014, muestran que “en Colombia la proporción de unidades productivas agropecuarias que demanda crédito para el desarrollo de sus actividades no supera el 11%, y de esta proporción a un 89,6% se le aprueba", cifras que preocupan aún más si se tiene en cuenta que los recursos dirigidos al sector agropecuario, del total de créditos ofrecidos por las instituciones, es de 8%, ubicándose así por debajo de Brasil, donde es de 8,5%, Guatemala que alcanza 8,4%, Nicaragua con una participación de 10,8%, y Uruguay con una tasa de 14,5%.
El problema de acceso se debe a la falta de garantías, ausencia de documentación requerida por el banco al que se solicita el préstamo, títulos de propiedad, costos de las transacciones y también la falta de información en financiamiento.
Según la misma SAC, en los últimos años el crédito agropecuario para capital de trabajo se ha destinado a financiar las líneas de comercialización y servicios de apoyo, a través de líneas orientadas a una cartera de inventarios y costos directos. Para 2014, el 79% de los créditos para capital de trabajo se destinaron a estas líneas, mientras que los utilizados para proyectos productivos estuvo al margen del 21%.
El comportamiento del crédito agropecuario da muestra de las fallas de un Sistema de Financiamiento débil para el sector, que no da posibilidad al acceso para alcanzar la anhelada competitividad porque no conoce las condiciones de los empresarios de este nicho. Así, se ve cómo los pequeños productores recurren a fuentes de crédito informales, como los “gota a gota”, que tienen elevadas tasas de interés pero en el que no tienen problemas de acceso.
Para frenar la problemática, entidades públicas y privadas del sector han trabajado en la Misión para la transformación del campo, una propuesta que plantea en el folio de Sistema Nacional de Crédito Agropecuario una solución basada en tres objetivos: contar con un Sistema Financiero Agropecuario que represente la realidad del sector, con la participación activa de actores públicos y privados; contar con una oferta dinámica de recursos e instrumentos financieros para los pequeños productores; y desarrollar una política integral de gestión de riesgo.
Los ejes estratégicos para lograr estos tres puntos contemplan “un reajuste institucional que busca el fortalecimiento y especialización de las instancias y entidades formuladoras y ejecutoras de la política de financiamiento del sector agropecuario”; de otro lado está la profundización financiera, “que pretende la la orientación de recursos y diseño de instrumentos de acuerdo a las necesidades el productor y el subsector”; y finalmente la gestión de riesgos, la cual “debe incluir institucionalidad, articulación entre los agentes y diseño y oferta de instrumentos versátiles y coberturas”.
La propuesta está alineada con el objetivo de “transformar el campo” para estimular su competitividad en un entorno que podría aprovechar más Colombia, que tiene alrededor de 14 TLC vigentes. De la financiación se desprende el acceso a la innovación, al trabajo, a los estándares de alta calidad y tecnología para afrontar el cambio climático y a la seguridad alimentaria, entre otros requerimientos. El compromiso no es sólo de los vinculados al sector y del gobierno, sino de toda la banca nacional incluyendo la privada, que debe acercarse a lo rural para diversificar las opciones del sector. ¡Empezó el conteo regresivo para saldar la histórica deuda rural que tiene el país!