Uno de los motivos por el que las carteras asesoradas de Nextep han capeado bien el temporal de la crisis del coronavirus es porque una parte de las mismas estaba en dólares (los otros han sido haber sobreponderado la tecnología, darle un peso importante a Estados Unidos y a China y haber evitado totalmente la inversión en renta variable española).
Pero en pleno fragor de la crisis ni la tecnología, ni la bolsa norteamericana, ni la bolsa china se salvaban de caer, aunque esta última bastante menos que el resto. En cambio, nuestro principal amortiguador, el dólar, cumplió su función.
Cuando las cosas se ponen realmente mal, “cash is king”. Y el “cash” más seguro es el “cash” en dólares. También el franco suizo, pero no es comparable en cuanto a liquidez, moneda de cambio y de reserva, etc.
Que cuando baje la bolsa suba el dólar tiene un nombre técnico y es que entre ambos existe una correlación negativa. Lo vemos gráficamente en el gráfico número seis de este informe.
Las correlaciones se mueven entre -1 y 1. Cuando dos activos se mueven exactamente en la misma dirección, su correlación es igual a uno. Cuando se mueven en sentido totalmente opuesto, su correlación es -1. Entre 1 y -1 tenemos todas las opciones intermedias, que podemos interpretar como que cuando la correlación es positiva los dos activos se mueven en mayor o menor medida en la misma dirección y cuando es negativa, en mayor o menor medida en dirección contraria.
Lo bueno de las correlaciones es que nos permiten “descorrelacionar” las carteras, es decir, poner amortiguadores a la dependencia de algún activo. Lo ideal es que esa descorrelación no sea -1, porque entonces lo que se gana por un sitio se pierde por el otro. Lo ideal es que la correlación sea negativa pero menor que uno, porque así amortigua en las caídas, pero sin ser un pesado lastre en las subidas.
El problema con las correlaciones es que en una gran parte de los activos financieros son caprichosas, es decir, cambian dependiendo del periodo o de la situación económica y financiera. Lo vemos también en el mismo gráfico: actualmente la correlación es muy negativa, pero en 2017 fue incluso positiva y en muchas otras ocasiones ha sido neutra.
En cualquier caso nosotros incluimos el dólar en las carteras de estos “Cuadernos” en 2019 porque presentaba una correlación negativa sin ser demasiado fuerte y servía de protección (aparte de por otros motivos que no vienen ahora al caso). El amortiguador funcionó muy bien durante la crisis del coronavirus y ahora, salvo que cambien las correlaciones, seguiría funcionando si algo saliera mal. Y en un mundo tan raro como éste que nos ha tocado vivir en los últimos tiempos siempre hay algo que puede salir mal, y por eso las carteras de Nextep mantienen una posición en dólares.
Pero hay otro motivo. Es más a largo plazo. Europa tiene un “virus” que a la larga es más pernicioso que el COVID-19 en lo que a la economía se refiere, permanecerá muchos años y, al menos con los políticos actuales, no tiene remedio. Europa está enferma de burocracia, regulaciones y falta de apoyo a la innovación y al empresariado. Lo que ha hecho que tanto en las recomendaciones de estos cuadernos como posteriormente en las de Nextep hayamos dado un peso especial a Estados Unidos, lo cual ha marcado la diferencia positiva de nuestras recomendaciones con respecto al mercado. Y no vemos cambios en cuanto a la euroesclerosis frente al dinamismo y liderazgo en la revolución digital de Estados Unidos frente a Europa.
Todo lo anterior viene a que las divisas, con independencia de cuál sea su correlación con los índices bursátiles, representan a una determinada economía, la que se denomina economía subyacente a una divisa. La economía subyacente norteamericana es infinitamente más ágil y amistosa con el emprendedor que la europea, y mientras eso no cambie no solo hay que tener renta variable norteamericana en las carteras, también dólar. Es posible que hagamos una excepción temporal a esta regla ante la posibilidad de que en las elecciones norteamericanas gane el candidato demócrata, contra quien no tenemos nada personal ni político, pero cuya victoria no gustaría mucho a la bolsa norteamericana y probablemente tampoco a la divisa.
Pero todavía es pronto para dar por muerto políticamente a Donald Trump. Con este presidente las encuestas son peligrosas, como se demostró cuando ganó las elecciones la vez anterior. Solo unos días antes le daban claro perdedor. Tiene como enemigos a casi todos los medios de comunicación y a las empresas que hacen las encuestas. Además sus votantes tienen más tendencia a no mostrar sus preferencias ante los encuestadores que los votantes demócratas. Todo ello aconseja esperar un poco antes de descartar, temporalmente, al dólar de las carteras.