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Salud, dinero y calidad crediticia, los nuevos indicadores bursátiles

Publicado 04.09.2020, 14:05

Por si no fuera suficiente la capacidad de contagio y letalidad del COVID, encima cumple la ley de Murphy. Esa que dice que si se cae al suelo una tostada siempre cae por el lado de la mantequilla. Porque este virus, además de cebarse en las personas con menos defensas, se ceba en las estructuras económicas más débiles, ya sean empresas, sectores o países.

Económicamente es un virus terriblemente injusto. Ataca a los más vulnerables y beneficia a los fuertes. Es como si Robin Hood robara a los pobres para dárselo a los ricos. Las grandes empresas digitales no necesitaban ayuda de ningún tipo para comerse el mercado y, sin embargo, el virus se ha convertido en su mejor agente comercial. Un supervendedor al que no le cuesta nada ni cobra comisión alguna y, sin embargo, es capaz de convertir a ancianos en nativos digitales y que hasta la empresa más tradicional se oriente hacia el teletrabajo.

A nivel empresarial es todavía peor. El virus no sólo favorece a quienes tienen actualmente el viento a favor —las empresas con modelos de negocio online—, sino que también ayuda a quienes siempre lo han tenido: las grandes empresas en general. El acceso al crédito es mucho más fácil para las grandes compañías que para las pequeñas y conseguir ayudas de la administración es más fácil para las grandes empresas, que tienen “buena mano” con los políticos, que para el pequeño negocio que tiene que solicitarlas en una ventanilla. Y que luego, si llegan, muchas veces no llegan a tiempo de evitar el cierre. El COVID no solo está matando a personas: está acabando con muchas pequeñas empresas cuyo negocio irá a parar a las grandes, que es en lo que acaban todas las crisis.

Ya puestos a ser injusto, este virus beneficia claramente al país rico frente al pobre. Y por si fuera poco, favorece a los que tienen la suerte de contar con políticos inteligentes que supieron diversificar la actividad económica del país y, sobre todo, que supieron fomentar la innovación y el empresariado, condición imprescindible para participar en la revolución digital.

Mientras países como España dependen fundamentalmente de negocios que se ven muy afectados por las limitaciones en cuanto a distancia entre las personas, en el otro lado de la balanza hay países como Alemania o Suecia que no solo no dependen de negocios basados en la proximidad social, sino que cuentan con dinero de sobra para cuidar su tejido productivo, cosa que además han hecho.

El virus también es duro con los países con menor calidad crediticia, mientras que beneficia a los de alta calidad crediticia, que pueden compensar el daño de los cierres y confinamientos endeudándose a coste cero o incluso cobrando por ello, o cómo afecta la “nueva desigualdad” bursátil a las carteras de fondos.

En primer lugar, es conveniente revisar si se tienen en cartera fondos que invierten en empresas de pequeña y mediana capitalización, especialmente si siguen un estilo de gestión “de valor”. Respecto a por qué no interesan las pequeñas y medianas queda explicado en la primera parte de este epígrafe. Respecto a la gestión “de valor” —“value” en inglés—, la mayoría de este tipo de gestores suelen ser muy radicales en su visión contraria a los negocios digitales, dado que muchos de estos negocios están en pleno crecimiento y por lo tanto no reparten dividendos y en muchos casos ni siquiera tienen beneficios, una condición casi “sine qua non” para que un gestor de valor invierta en una empresa.

Y en la economía actual ignorar la revolución digital es como ir contra el viento en un barco de vela, como ha demostrado el mercado de forma taxativa. Pero cuidado, porque puede haber fondos de pequeñas compañías interesantes que no solo NO se ven perjudicadas, sino que se ven muy beneficiadas por la situación actual, por ejemplo, si invierten en pequeñas compañías tecnológicas o empresas de venta online. Hay que tener cuidado para no vender un fondo de pequeñas y medianas compañías si su estilo de gestión es de crecimiento (“growth”).

En todo este tipo de cuestiones el análisis de fondos adquiere mucha relevancia y es una de las especialidades del equipo que forma Nextep, pues tenemos más de veinte años de experiencia en el análisis y selección de fondos de inversión.

El coronavirus beneficia también a los fondos que invierten en grandes empresas con estilo de gestión “growth” (crecimiento), y así lo ha reflejado el mercado. Pero de cara al futuro también es interesante tener posiciones en grandes empresas y no necesariamente solo en grandes empresas tecnológicas. Como hemos comentado en la primera parte, hay grandes empresas que se beneficiarán de la desgracia que ha supuesto el virus para las pequeñas y se quedarán con su cuota de mercado.

Todavía más importante que todo lo anterior es tener en cuenta el efecto del virus sobre los países. Como hemos comentado, el COVID y sus consecuencias generan una enorme desigualdad entre ganadores y perdedores, hasta el punto de que en Nextep hemos elaborado un indicador que relaciona calidad crediticia, calidad del sistema sanitario y modelo de negocio de un país con sus expectativas bursátiles.

A mejor sea esa combinación, más probabilidades de recuperarse y volver cuanto antes a la normalidad económica. Especialmente los países que además tengan un buen posicionamiento en la revolución digital, la otra gran beneficiada de esta pandemia.

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